Las “honras”, como las imágenes corporativas, se construyen persona a persona.
Un bostezo inoportuno, una pregunta mal formulada o una colgada involuntaria de la telefonista o el funcionario que atiende una llamada, puede ser “la chispa que encienda la hoguera” de la mala fama.
El ser humano tiene la tendencia a recordar y reconocer más lo negativo, que lo positivo. Eso hay que tenerlo muy presente.
Para una telefonista o secretaria que atiende a decenas de personas diariamente, una persona detrás de la línea es solo una cifra. Pero ese “uno” puede multiplicar por decenas, centenas y miles lo que diga de su empresa. Ya sabemos que el rumor corre como reguero de pólvora.
Por ello, debemos aprender a tratar a una persona como si fuera la única y más importante del mundo.
Y no es solo un decir. En realidad, cada persona, como usted y como yo, es ÜNICA. Esto es una verdad universal y no simplemente una constatación interesada, calculada. Es una verdad que debe regir nuestras relaciones cotidianas.
Hay que recordar a grandes maestros de las “public relations” como Dale Carnegie quien formuló sus sabios consejos no como una fría y mecánica técnica a aplicar. Su filosofía enseñaba la comprensión de algunas sencillas pero vitales leyes y principios que rigen desde siempre las relaciones armoniosas entre los hombres.
La buena voluntad y el espíritu de servicio, son de hecho, también un buen negocio, pero siempre y cuando sepamos incorporarlo a nuestro trato diario con sinceridad y convicción.
Transmitimos energía y atraemos energía consonante con la nuestra. Seamos concientemente de ello para atraer “buenas vibras” y proyectar una atractiva imagen corporativa.
Recordémoslo, al pronunciar nuestro próximo ¿alooó? (Hubert Rojas)
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